lunes, abril 21, 2008

El beneficio de la duda para AMLO

En estos días en que se ha quemado incienso en honor a Octavio Paz como si se tratara de pastizales secos en el delta del río Paraná (ver esta nota), recordé que yo fui uno de aquéllos que en los setentas y ochentas señalaba que era "un buen poeta, pero sus ideas políticas..." y que en los noventas ya me había dejado deslumbrar por su capacidad analítica y la claridad de sus ensayos. En el caso de AMLO la ruta seguida fue al revés: en algún momento me pareció un verdadero líder social (lo cual sigue siendo) y una buena opción para que la izquierda llegara al poder. En el 2006 voté por él, pero ya bajo la perspectiva del "menos malo" y después del plantón de Reforma de plano cayó de mi gracia. Ello no obstante, creo que vale la pena, en este esfuerzo que he estado haciendo en las últimas semanas por tratar de entender el fenómeno AMLO, leer lo que escribió Jorge Zepeda Patterson ayer domingo 20 de abril en El Universal.
¿Qué hacemos con López Obrador?
Jorge Zepeda Patterson
20 de abril de 2008

Ciertamente no es Hitler o Mussolini, pero es sorprendente la capacidad que tiene López Obrador para provocar ronchas a muchos ciudadanos, particularmente entre los sectores conservadores. Una y otra vez reaccionan de tal manera que terminan por vigorizar la figura pública de El Peje.

El spot de televisión transmitido en horario triple A en que se le compara a Victoriano Huerta, Pinochet y similar calaña por haber ordenado tomar el salón de sesiones de la Cámara, es tan desproporcionado y abusivo que ha resultado contraproducente. Para El Peje ha sido oro molido, pues confirma la noción de que existe una suerte de conspiración de odio en su contra. De verdugo del Congreso ha pasado a ser víctima de la derecha todopoderosa.

No coincido con varias decisiones de López Obrador y me parece que su estilo de liderazgo deja mucho que desear. Pero estoy convencido de que AMLO y las causas que representa son absolutamente indispensables para la salud de la República. Cada vez que el tabasqueño habla en contra de las instituciones y convoca a la movilización, una legión de analistas y comentaristas se queja de su irresponsabilidad y primitivismo político. Como si se tratase de una anomalía trasnochada en una sociedad democrática. “Hay problemas pero estos deben resolverse mediante el diálogo”, se dice; “los bloqueos y tomas de instituciones no caben en una sociedad con estado de derecho”, se afirma, con la convicción que sólo podría tener un alemán o un sueco.

El problema es que no vivimos en un estado de derecho, ni los problemas se resuelven con el diálogo, salvo que usted pertenezca al 20% de la población de mayores ingresos. Todos los días miles de mexicanos humildes son víctimas de tribunales y autoridades que operan a favor del poderoso o del que ofrece más. Háblenle del estado de derecho a Lydia Cacho, a las víctimas de Ulises Ruiz en Oaxaca, a los campesinos que suplican a un funcionario que ya vendió su caso. Más que un Estado de Derecho lo que padecemos es “el derecho al Estado” del que gozan algunos sectores privilegiados. ¿Cómo podemos hablar de “someterse al imperio de la ley” cuando los que se enriquecieron con el Fobaproa, el mayor robo en la historia de la nación, lo hicieron legalmente?

La reforma energética ofrece el mejor ejemplo. Si López Obrador y sus contingentes no hubieran irrumpido con sus sudores y malas maneras (cito a un crítico) la reforma habría sido acordada entre futuros beneficiarios, funcionarios federales y legisladores priístas. Fueron los gritos y sombrerazos, las denuncias fundadas e infundadas de El Peje, lo que obligó a definir esta reforma en un espacio verdaderamente público.

No sé si al final de todo esto tendremos una buena reforma, pero estoy convencido de que será mejor de la que podría haberse firmado tras bambalinas. En todo caso habrá de ser más representativa del sentimiento de la comunidad en su conjunto y mucho menos cupular de la que tenían cocinada. ¿Qué no trata de eso la democracia? Desde luego, los métodos de AMLO no son democráticos, pero son comprensibles si consideramos que los acuerdos “democráticos” son los que tienen que pasar y ser resueltos por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa a partir de los intereses muy poco democráticos que ellos representan.

Insisto en que los mexicanos tenemos todo el derecho de desconfiar de la apertura al capital privado, habida cuenta de la cantidad de abusos que han generado privatizaciones y concesiones en el pasado. Eso no significa que debamos satanizarlas per se. Podrían ser la única solución para el quebranto energético que se avecina. Pero el Estado mexicano hasta ahora ha sido incapaz de impedir los excesos y abusos de los grupos privilegiados cada vez que ha abierto al mercado ámbitos de la esfera pública. No es posible encarar la apertura de Pemex sin antes agotar la discusión de las maneras en que habremos de asegurarnos de que no se multipliquen los Carlos Slim o Roberto Hernández, o peor aún, los Bribiescas. Que tome 50 días o 100 ventilar estos asuntos es irrelevante si consideramos lo mucho que está en juego.

Es desagradable ver a los perredistas convertir la tribuna máxima en un tianguis. Pero, bien mirado, es un costo menor si ello obligó a examinar con atención el futuro del petróleo, nada más y nada menos que el mayor patrimonio de este país.

Hay un linchamiento mediático de López Obrador que muchos están “comprando”. Algunos se preguntan qué hacer con esta piedra en el zapato que constituye su movimiento. Yo diría que pese a su retórica y su populismo, López Obrador es imprescindible. No empareja el marcador pero impide la goliza. Lo peor que podemos hacer es pretender que la inconformidad social no existe. ¿Nos parecen de mal gusto sus expresiones? ¿Y de qué gusto son las inequidades e injusticias que padece la mitad más pobre del país? ¿Qué creíamos, que iban a votar cada seis años y sentarse a esperar a que llegue un empleo, un abogado honesto o un programa de gobierno?

López Obrador no representa a los verdaderos pobres del país, se dice con frecuencia. Quizá. Pero canaliza la irritación que entre muchos mexicanos genera esa pobreza. Su desconfianza hacia la apertura al capital privado es la desconfianza de muchos. Antes de lincharlo y repudiar sus métodos habría que escuchar lo que nos está tratando de decir esa república olvidada que intenta hacerse presente.

www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo

miércoles, abril 16, 2008

Los seguidores del Peje

En un post reciente (ver aquí) comentaba yo que habría que analizar el fenómeno del caudillismo del Peje que provoca que literalmente millones de compatriotas lo sigan en lo que para mí son desvaríos, mesianismos y ocurrencias varias. Desde luego, entre esos millones de personas están muchos amigos, familiares y conocidos míos, además de algunos de los intelectuales más lúcidos de este país.
Y justamente hoy, en El Universal, Mauricio Merino, politólogo y ex-consejero del IFE (cuando éste era una institución respetable), publica el siguiente artículo que, me parece, aclara en mucho esa cuestión. Va:

¿Qué motivos tienen los seguidores de López Obrador para acompañarlo? Especulo: en algunos casos, la convicción de estar contribuyendo a impedir la privatización del petróleo; en otros, la lealtad y las historias políticas compartidas; en muchos más, la pertenencia y la identidad con un grupo, una bandería o un lugar de trabajo, más 150 pesos. Pero en la mayoría, creo que se trata del puro gusto de participar en un movimiento iconoclasta y reactivo, que expresa su hartazgo con el entorno que le rodea. Como diría Luis Buñuel: nomás por joder.
Frente a esas poderosas razones, el discurso institucional que se opone a las estrategias ideadas por el movimiento de López Obrador no causa la menor mella en sus partidarios, y más bien tiende a consolidarlo. Si antes fue víctima del desafuero orquestado por el gobierno de Fox, ahora es la cabeza de una inconformidad que tomó al petróleo (como hubiese tomado cualquier otra causa) para ponerse en acción.
Ese movimiento no sólo quiere combatir la exclusión, sino organizar a los excluidos. El argumento central parece decir: ya nos quitaron todo, y ahora nos quieren quitar el petróleo. Y aunque sea impreciso, pues el petróleo no era de todos, el movimiento lo toma como un símbolo que ejemplifica y conmueve, mucho más de lo que puede explicar.
¿A quién le importa el “tesoro escondido”, si ese tesoro nunca ha estado al alcance de los jodidos? A los hijos de la Malinche, diría Octavio Paz, que son los hijos de la chingada; esa mujer violada por el poder, al que después se entregó con gusto: la madre colectiva de donde venimos. Quien haya diseñado esa campaña nunca leyó tampoco a Samuel Ramos: mientras más riqueza anuncian los poderosos, más amenazante se vuelve para la gran mayoría de los mexicanos.
¿Qué edades tenían o dónde estaban durante el sexenio de López Portillo, cuando íbamos a administrar la abundancia y acabamos ahogados en excesos y corrupción? La inconformidad con la reforma energética no tiene nada que ver con el crecimiento económico. ¡Es la cultura política, estúpido!
Maestro de la política, López Obrador se está convirtiendo de más en más en el símbolo de los despojos sufridos por el pueblo de México. La caricatura de su presidencia legítima podrá hacer reír a sus enemigos, pero transmite un coraje que reivindica las muchas derrotas que han sufrido sus partidarios.
Es todavía mejor que el subcomandante Marcos, pues éste representa a los grupos indígenas, sin serlo él mismo, mientras que López Obrador encarna personalmente la derrota de una política que apostó por los pobres sin esconder nunca la cara. Y al contrario de Marcos, mientras más duros han sido los ataques de sus opuestos, más visibilidad ha ganado y mejores cuentas le ha rendido a sus partidarios. ¿No era su lema político, acaso, el de la honestidad valiente?
De otro lado, está el sentimiento de culpa de buena parte de la clase política y empresarial del país. Nadie se atreve a decir cosas políticamente incorrectas (aunque intenten hacerlas). Por ejemplo, que la privatización de Pemex podría traer capitales y negocios nuevos a México, a cambio de romper el símbolo inequívoco de la soberanía revolucionaria.
Quien lo dijo fue el presidente Lula, con la confianza de quien tiene la conciencia tranquila y grandes éxitos con el uso de energía alternativa. Pero en México, ni siquiera la derecha más recalcitrante se anima a publicar lo que piensa y dice en privado. Por eso la privatización se ha vuelto una palabra maldita, confirmando sin duda que López Obrador está situado en el punto correcto: si nadie se atreve a decirla, es porque algo malo debe tener.
La estrategia seguida para defender la reforma, además, apunta solamente a los entendidos. ¿Pero cuánta gente comprende los dilemas tecnológicos y financieros que envuelve la iniciativa presidencial? Como si lo dijera Casandra, mientras más grita menos se cree.
No es privatización, pero los particulares podrán invertir en refinerías, transporte, sistemas de ductos y distribución de petróleo y de gasolinas. No habrá inversiones privadas, pero sí habrá contratos multimillonarios para explorar donde Pemex jamás ha llegado. No habrá acciones en bolsa, pero sí habrá “bonos ciudadanos” que ofrecerán mejores rendimientos que el banco.
No es necesario añadir más para despertar las sospechas de siempre: si no hay cambios de fondo, ¿para qué entonces tanta complejidad? López Obrador tiene una sola respuesta: porque nos están dando gato por liebre. Y esto sí lo entiende cualquiera, aunque haya reprobado matemáticas y español durante toda su vida.
El PAN y el PRI tienen los votos indispensables para reformar el marco legal, y probablemente lo hagan tras eliminar la privatización de refinerías y de los sistemas de distribución del petróleo o sus derivados. Seguramente será una buena noticia que Pemex gane autonomía de gestión, mayor vigilancia pública y se desprenda, ojalá, de las rémoras administrativas, burocráticas y sindicales que la han convertido en una empresa tan pesada como corrupta. Pero eso no significará la derrota automática del movimiento rebelde de López Obrador y sus seguidores. Podrán sacarlos de la tribuna legislativa, que está convertida en un campamento. Pero les habrán dado otro triunfo para su cuenta heroica.
Con todo, la batalla en la que estamos metidos habrá de seguir su curso. ¿Qué sigue? Cualquier cosa que suene a nuevos despojos. Hasta que estalle o hasta que entiendan.

lunes, abril 14, 2008

Ni a cuál irle!!!!

Estamos viviendo una de esas etapas en que lo urgente opaca a lo importante. El debate nacional sobre la reforma energética, si bien podría ser considerado como importante por sus implicaciones de política económica, de soberanía nacional y de política política, es visto por sus principales protagonistas como un asunto de urgente resolución y, al mismo tiempo, como una coyuntura especial para reafirmar o retomar posiciones políticas frente a los siguientes procesos electorales. ¿O acaso será que la defensa que hace AMLO del petróleo esté desligada de su estrategia para convertirse en candidato presidencial en el 2012? Y en la tienda de enfrente, ¿la urgencia por sacar aunque sea una mini reforma no tiene que ver con el pago de facturas por el 2006 y con la necesidad de poner fin a la racha de derrotas en los procesos electorales locales que han tenido en los dos últimos años?

En El Universal de hoy, Ricardo Alemán plantea esa cuestión de ¿a quién irle? o ¿quién tiene la razón? en su columna Itinerario Político. A continuación transcribo algunos párrafos: 

No podemos creer a ciegas en AN, PRI o el “legítimo”

En democracia dicta quien tiene mayoría, no la fuerza

El de la reforma petrolera es uno de los ejemplos más puntuales de la incultura democrática que ataca a una amplia mayoría de mexicanos, sean políticos, gobernantes, dirigentes de partidos o ciudadanos de a pie.

Y en efecto, el debate público por la reforma deja ver preocupantes signos de que esa incultura democrática es casi generalizada y que con frecuencia aplasta al que se atreve a disentir, a pensar distinto, a expresar otra opinión, a pedir congruencia, autocrítica, responsabilidad en la victoria política y en la derrota electoral y, de manera especial, al que pide a los políticos hablar con verdad y bajo reglas éticas.

En esa incultura democrática el otro, el que piensa distinto, el que defiende otro credo, otra idea, otro partido político, o el enamorado de otro líder, no merece el respeto elemental. Al que piensa distinto se le endilgan adjetivos como “traidor”, “vendido”, “corrupto”, “desleal” y otros que exhiben una profunda intolerancia; carencia absoluta de respeto a lo que piensa y cree el otro y que deja ver una cultura conservadora del pensamiento único, el credo único, la verdad única y absoluta, sometimiento al iluminado en turno, a un solo líder, partido o doctrina.

En esa incultura democrática no existen matices, no hay claroscuros y menos lugar para los grises; no caben dudas, opiniones distintas. Todo se reduce a buenos y malos, a buenos contra malos, a salvadores de la patria y traidores a la patria, al México de los buenos y los malos, ricos y pobres, puros y sucios, bien nacidos y/o malnacidos.

... Y por eso, en esa incultura democrática, en ese caldo de polarización entre buenos y malos, germinan frondosos el odio, el resentimiento, la sed de venganza, el comportamiento político inmoral, nada ético y menos democrático.

En ese potaje se cocina la reforma petrolera y en esa nausea unos y otros defienden su iluminismo. Para muchos “democracia” es una palabra maldita.

Dicen el presidente Calderón, su partido y sus socios del PRI, que la penta-reforma petrolera no significa que Pemex se privatiza. ¿Les podemos creer? Sin la influencia del amor y la pasión política o partidista, el sentido común nos dice que no —porque en efecto, existen dudas sobre casos como el de Mouriño, por los antecedentes del gobierno de Fox—, y por tanto primero debemos conocer las reformas, escuchar la opinión de especialistas y, en su caso, protestar a través de los medios legítimos.

Los azules, los enamorados de Calderón defienden la pentarreforma a ciegas y sordas. Pueden estar en lo correcto, pero también es cierto que pueden estar equivocados. Hoy nadie sabe bien a bien quien tiene la verdad y quien miente. Pero tarde o temprano se sabrá la verdad.

Dice el “legítimo” —le decimos “legítimo” porque AMLO se autoproclamó así, como “legítimo”—, que el gobierno “espurio” de Calderón, el PAN y sus socios del PRI son un puñado de perversos que quieren privatizar Pemex para enriquecer a sus familias, y que la penta-reforma es una privatización simulada. ¿Podemos creerle al “legítimo”? Es posible que tenga razón, que en efecto él sea el bueno y los otros los malos.

Pero también es posible que el “legítimo” esté mintiendo otra vez. El sentido común aconseja que no podemos creerle a ciegas y sordas, a pesar de que seguidores y fanáticos que lo consideran el salvador de la patria, montan ofrendas en su nombre y organizan comandos de resistencia para dar la vida, si es necesario, por la salvación del petróleo. No podemos creer en quien organiza un golpe de Estado contra el Congreso, “clausura” la casa del parlamento, censura la expresión de las ideas políticas y la libertad de expresión.

La sensatez dicta que igual que no podemos creer en las promesas de Calderón, del PAN y de sus socios del PRI, tampoco debemos creer en un mesías que ha demostrado no respetar nada y a nadie. Alejados de la pasión y el fanatismo, y a la luz de la cultura golpista y fascista de AMLO, de su talante nada democrático, de sus mentiras sobre el supuesto fraude, del engaño en la asignación de las obras de los segundos pisos —cuya auditoria se escondió por 10 años—, de su nada clara sociedad mafiosa con los Bejarano y Ponce, y ante el cochinero que promovió en la reciente elección del PRD —del que es responsable en buena medida— no podemos creer en un político como López Obrador. Sin embargo, los que creen en él tienen todo el derecho de sostener y defender su creencia, totalmente respetable.

¿Y entonces? ¿Qué vamos a hacer como ciudadanos si unos creen en un político y un proyecto, y otros en otro político y otro proyecto?

Bueno, para eso se inventó la democracia. El dilema que enfrentamos hoy los mexicanos en torno a las reformas petroleras, es el mismo dilema que dio origen a la democracia.

Sí, en democracia un dilema como el petrolero debe resolverse como lo dicta la mayoría, porque esas son las reglas que todos dimos. Y sí, al que no le guste, que consiga su mayoría y cambie las reglas.

Hasta aquí la cita. Todo este escándalo mediático contribuye al ambiente de crispación y polarización en que vivimos desde hace algún tiempo en este país y que se agudizó después de las elecciones de julio de 2006. Pero los graves problemas nacionales siguen vigentes y poco se hace para remediarlos. Entre ellos hay que mencionar el de la pobreza, que afecta a más de la mitad de la población del país, y que con reforma petrolera y sin reforma petrolera seguirán en la marginación. Uno más es el de la falta de confianza y credibilidad en las instituciones. Y esto no es privativo de AMLO y sus seguidores. Eso pasa en todos los niveles socioeconómicos. Otro problema es el de la pérdida de soberanía interna del Estado mexicano, el que se ejemplifica diafanamente con la manta colocada en un puente peatonal en una de las principales avenidas de Nuevo Laredo, mediante el cual los Zetas invitan a militares y ex militares a unírseles (ver foto). El deterioro del sistema educativo nacional no permite (lo mismo que las tendencias del empleo en la globalización) que exista la movilidad social que funcionó más o menos bien hasta los años sesenta del siglo pasado.  Y así podríamos seguir enumerando problemas y problemas que siguen creciendo mientras nuestra clase política sigue presa de sus ambiciones y de sus luchas por el poder y el dinero. La perspectiva no es agradable desde este Observatorio Purhépecha (o P´urhépecha como quieren ellos). (Foto: Noticias de Tamaulipas).

jueves, abril 10, 2008

Asuntos varios

Murió Jaqueline Voltaire... y en las notas periodísticas, que no obituarios, hablan de que participó en "Muchachitas como tú" (???); en “Una Eva y dos patanes” y en Palabra de Mujer. Pero casi nadie menciona el gran éxito que tuvo cuando llegó a México en los setentas, siendo una muy guapa bailarina de un show llamado Vive les girls. Recuerdo que alguna vez la vi en persona y que realmente me impactó. Vaya desde aquí un mínimo homenaje a una bella modelo y bailarina de mis tiempos. Ya lo que hizo después de filmar una película con Cantinflas en 1979, simplemente ilustra acerca de lo que el llamado medio artístico mexicano es capaz de hacer con una talentosa mujer.

Por otra parte, muy lamentable la promoción que Televisa está haciendo del Clásico América - Guadalajara para poder tener un rating que justifique cobrar más por los comerciales. Es en verdad estúpido que pongan a jugadores de ambos equipos a competir a ver quién aguanta más sin caerse de un toro mecánico, azuzados por la generalmente agradable y discreta Claudia Quijas. Además, abrieron un sitio de Internet en el que anuncian como gran atracción que el partido será narrado por ¡¡¡¡Jorge Vergara!!!! ¿De verdad hemos caído tan bajo en este país?

Y en Michoacán, se le hizo bolas el engrudo al nuevo gobernador, Leonel Godoy Rangel, quien apenas el 15 de febrero pasado tomó posesión (ver aquí abajo el post del 5 de abril: Bajo perfil y promesas electorales) y además de que aún no acaba de revisar y autorizar los nombramientos de la mayor parte de los funcionarios de segundo, tercero y cuarto nivel de su gobierno (en donde los jefes de departamento tendrán ahora la pomposa denominación empresarial de líderes de proyecto), enfrenta una huelga de los burócratas estatales que dura ya más de una semana y ha logrado el milagro de unificar a los dos sindicatos de maestros, archienemigos de más de tres décadas, pero en su contra. Se confirma lo del bajo nivel.

martes, abril 08, 2008

Otra vez AMLO y el papel de la izquierda en México

Nuevamente el país se ve sometido a las amenazas de paralización de centros estratégicos por parte de un iluminado que cuenta con la capacidad suficiente para aglutinar a su lado a cientos de miles de compatriotas. Alguna vez habrá que profundizar sobre este fenómeno de caudillismo mediante el cual personas habitualmente capaces de pensar con claridad se vuelven seguidores de un individuo proclive al martirologio y que habla en nombre de una entelequia denominada el pueblo. Hay incluso un grupo de intelectuales a quienes admiro que son seguidores de los designios de Andrés Manuel. Menos mal que ya rectificaron y hoy impulsan un debate público para discutir las vías sobre las cuales debe transitar la reforma energética. Eso se contrapone totalmente con la postura de su líder, quien ha señalado que no hay debate posible: o se elimina cualquier posibilidad de reforma o se paraliza el país.

Sobre la muy lamentable visión de que es la izquierda la que se niega a debatir y la que sigue acríticamente al redentor tabasqueño, el siguiente artículo de Marco Rascón en La Jornada de hoy ofrece una persectiva distinta:

Pemex y la existencia de la izquierda

Si el PRI representa el pasado de corrupción, contratismo e ineficiencia de Pemex, el PAN es el presente que repite, y el lopezobradorismo simboliza el futuro de lo mismo que ha sido el manejo del petróleo.

Dos visiones priístas, una del pasado y otra reivindicando el viejo centralismo, la corrupción (¡Que se entienda bien y claro!, dijo el domingo AMLO: “el petróleo, a pesar de la corrupción, a pesar del mal manejo, ha sido un factor de estabilidad política en el país...” ¡sic!) frente a una visión privatizadora panista.

Hoy, cuando a la izquierda mexicana se le han querido imponer como pensamiento propio retazos del anticomunismo laico del viejo priísmo; cuando se ha confundido la defensa del viejo régimen y su patrimonio como parte del pensamiento progresista; cuando se ha querido confundir la lucha por la soberanía como esencia de una corrupción repartidora que otorga “paz social” con su abundancia ; cuando se justifican acciones fraudulentas para luchar “contra la derecha” y se pretende combatir la corrupción con más corrupción, se cubre todo con llamados aparentes de luchar “hasta las últimas consecuencias” por el petróleo, que dividen, debilitan más y aportan a favor de la visión privatizadora.

No hay que olvidar que de la actual estructura de Pemex fue posible el Pemexgate, que financió la campaña del PRI en 2000 y cuyo desfalco quedó impune. No hay que olvidar que este fraude contra Pemex no fue un hecho extraordinario, sino habitual, con la complicidad del sindicato petrolero y la estructura política gobernante, al depender el manejo de la paraestatal, directamente del presidente de la República, como lo defiende hoy el lopezobradorismo.

Viejo priísmo y lopezobradorismo son lo mismo; no son la izquierda, pero, ¿para quién trabaja?

Al igual que hizo siendo gobierno en el Distrito Federal: para privilegiar el transporte privado antes que el público; favorecer el contratismo por designación directa; dar limosnas millonarias a la jerarquía eclesiástica para arreglar la catedral y donarle propiedades a la basílica; eludir la legislación de las sociedades de convivencia, las políticas a favor del aborto, y ahora la ley fascista contra el derecho de los fumadores; reivindicar el viejo sistema de partido de Estado, mediante eldedazo de una “democracia” dirigida; demostrar que la lucha del PRD por la democracia, del partido creado tras el movimiento de 1988, que el lopezobradorismo desprecia y que entregó hoy a los enemigos de su fundación; enfrentar la fuerza legislativa surgida de las urnas para hacer reformas, cambiarlas u reorientarlas, lanzando contra ellos fuerzas creadas en la plaza para cercar “aeropuertos, carreteras y recintos legislativos”, poniendo por delante mujeres y nombres de intelectuales soberbios y confundidos, para eludir la presencia de los dirigentes que llaman a luchar “hasta las últimas consecuencias”.

¿Se cerrarán carreteras en Nuevo León, Zacatecas o Tabasco?

La estrategia de la “resistencia civil” lopezobradorista es exactamente la misma utilizada en el plantón de Reforma-Zócalo, que AMLO justificó como un acto para “evitar la violencia” haciendo que el descontento por el resultado del 2 de julio se fuera por el drenaje de la avenida y la plaza. ¿Se cerrarán en el Distrito Federal? ¿Y que hará Marcelo Ebrard con su policía? ¿Qué preferirá: enfrentar la furia ciudadana o la orden de López Obrador? ¿Dante Delgado y Convergencia cerrarán carreteras? ¿Destinarán un peso de sus prerrogativas a ello? Dado el balance actual, el PRD ha quedado hecho añicos ante la opinión pública; sin embargo, ahora el objetivo es desprestigiar la defensa del petróleo como una lucha válida, legítima y verdadera. Nunca la derecha ha tenido un mejor agente.

Fuera de esta visión destructiva que enfrenta y confunde, que sustituye objetivos con medios radicales en apariencia, pero altamente ineficientes, incapaces de unificar, y que ha hecho de restar y dividir su principal estrategia, la izquierda en México sí existe y trabaja en la cultura, la comunicación, la tecnología, la educación, los movimientos emergentes, las causas pequeñas pero esenciales, la democratización de municipios, la búsqueda de alternativas a los problemas, las luchas contra las intolerancias y los autoritarismos. Está en el arte, la apertura de espacios de opinión, las luchas contra la censura y el abuso sexual, la pederastia y la pornografía infantil. La izquierda puede reconstruirse en un referente unificando, no polarizando, creando alternativas, no suponiendo ni haciendo prácticas maniqueas, donde viene y se refugia la corrupción y la antidemocracia, disfrazada de causa revolucionaria.

La izquierda sí existe en todos los aspectos de la vida nacional, pero tiene la tarea histórica de abandonar la ideología del resentimiento como fundamento de la ideología revolucionaria y abandonar el priísmo centralista y atrasado como su ideología propia.

sábado, abril 05, 2008

Bajo perfil y promesas electorales

El gobierno de Leonel Godoy no las tiene todas consigo. En pocas semanas se las ha arreglado para meterse en varios líos con los maestros, los burócratas, y con los funcionarios despedidos... un buen análisis de lo que está ocurriendo es el que escribió Luis Jaime Cortés (ex secretario de Cultura con Lázaro Cárdenas Batel) en La Jornada Michoacán el 31 de marzo pasado:
Paradojario

Los primeros 100 días son siempre muy ilustrativos de lo que podrá lograr un gobierno en sus restantes 2090 días o, en este caso, como se trata de un cuatrienio, 1300 escasos días. Lo que pasa en los primeros 100 es paradigmático, establece una inercia que luego es difícil cambiar en cualquier sentido. Como que 100 días son suficientes para que todos agarren las mañas del momento y se pongan a caminar por la cancha como las estrellas de la selección. Recordemos por ejemplo los primeros 100 días de Fox. Bastaron para saber lo que sería el resto.

No es que sea una cifra cabalística, pero parece un tiempo razonable para que el gobierno que llega nombre a sus funcionarios y éstos empiecen a trabajar en programas que ya entendieron como prioritarios.

En realidad, no es que piensen las prioridades en esos 100 días, pues los funcionarios designados hicieron méritos, se supone, al pie de la campaña. Se supone que las prioridades las pensaron ahí, y que la configuración de esas prioridades fue la que dio los votos correspondientes. Por lo que en realidad los 100 días deberían ser para empezar a trabajar. Al funcionario en cuestión se le nombra en los primeros, digamos 10 días, y tiene 90 para hacer lo que se supone que ya sabe, porque es un experto en el tema, se entiende, y porque conoce las promesas de campaña de su góber al dedillo.

El gobierno de Leonel Godoy casi cumple los primeros 50. Es decir, todavía tiene tiempo (poco) para mostrar de qué se va a tratar el asunto.

Hay que decir que contrasta cierta inmovilidad, al menos aparente, de su gobierno, con la actividad mostrada después del triunfo electoral. Dio señales muy claras de que sentaba las bases de su gobierno con anticipación. Hasta logró que el Congreso aprobara la creación de nuevas secretarías antes de que él mismo tomara posesión. Parecía que todo marcharía sobre ruedas en cuanto llegara el 15 de febrero. Sin embargo, la realidad de gobierno parece otra. Ni siquiera se han nombrado a todos los funcionarios y ningún área parece tener todavía claro qué es lo que tiene que hacer.

O la cosa se mueve poco, o se comunica mal. Pero la impresión es, aunque se trate de una visión prematura, deficitaria. Habrá que esperar por ahí del 24 de mayo, cuando se cumplirán 100 días.

¿Qué deberíamos esperar racionalmente en 100 días? Al menos, que se designen los funcionarios, que se establezcan los programas, se agenden las prioridades, se definan en detalle los presupuestos, y se empiecen a ejercer de acuerdo al plan que les dio origen. Eso daría metas anuales medibles, que son tan importantes de conocer como los presupuestos desglosados. ¿Cuándo ha conocido la opinión pública en Michoacán los presupuestos desglosados del gobierno, y sobre todo, antes de que se ejerzan, para poder evaluar el rigor y el trabajo de las áreas?

Hasta el momento, ¿qué encontramos? El aparato de gobierno no está completo, muchos puestos se encuentran aún vacantes o con los titulares anteriores sin ratificar, lo que equivale a que de algún modo no están pero están, que es un modo de la inoperancia.

La indicación dada es: “hay que seguir adelante”. Pero adelante con qué, adelante para dónde. Terminó el sexenio y se supone que hay que plantear nuevas metas y nuevos presupuestos, sobre todo cuando hay hasta nuevas secretarías. Como dijo un diputado: “hay nuevos presupuestos presupuestales”.

¿Qué se va perfilando, qué es lo que guarda la memoria hasta hoy? Una huelga universitaria que duró más de lo deseable. La desacreditación de Medicina, que aunque sea asunto “interno” de la Universidad, es a la vez a todas luces un asunto de gobierno. Una Secretaría de Educación en paro con una secretaria que no acaba de tomar posesión. Una huelga de empleados en el horizonte. Las medidas perfiladas como prioritarias parecen sólo eso, prioridades en perfil.

Da la impresión de que todavía hay muchos desempleados de campaña en busca de acomodo. Y con las elecciones del PRD, peor será.

Y surgen muchas preguntas. El equipo de las secretarías, evidentemente designado por el gobernador, ¿podrá trabajar con los secretarios? ¿O trabajará contra ellos? ¿Es una especie de guillotina pendiente de las cabezas para quien se quiera pasar de listo, o es el desencadenamiento de guerras internas que mantendrán ocupados a los funcionarios en mantener sus cargos en una lucha tan encarnizada que no tendrán tiempo para pensar en qué podría consistir su trabajo, dado el caso.

Si a un secretario, por año, le quitamos los días feriados, en que tiene que ir a honrar a los próceres, le quedan unos 310 días de trabajo. Si a ellos les quitamos los domingos, la cifra se reduce como a 260. Y si a eso le quitamos las reuniones de gabinete, ya vamos por 200 para pensar en trabajar en temas sustantivos. Si a eso se le quitan los días de grilla para defenderse del equipo de trabajo que está peor que Encinas y Ortega, pues ya va por los 100 días disponibles para el trabajo. Y si a esos le quitamos los días de negociaciones con el sindicato, pues el tiempo para temas sustantivos es realmente como de un 10% de eficiencia global. Ahora, se supone que será un gobierno que trabajará hasta los sábados. ¿Habrá resultados acordes con ese dato?

Y como en todo gobierno, el pueblo, ese agente de la democracia participativa, también ha elegido sus chistes favoritos en este corto plazo. El más socorrido y todavía en cartelera es el relacionado con el (así llamado por el gobernador) “bajo perfil” de los funcionarios.

Los excluidos de hueso se consuelan manifestando que no dieron el perfil, y todo mundo entiende que lo dicen con satisfacción manifiesta. Los que se quedaron, a su vez, se tranquilizan porque no hay en ellos las expectativas que rodeaban a Hugo Sánchez, quien se supone de alto perfil. Siendo de bajo perfil es como si Mouriño se fuera a dirigir la selección.

Se ha creado en estos primeros 50 días toda una hermenéutica para imaginar qué quiere decir el profuso concepto del “bajo perfil” del gabinete. Muchos de los que ya amarraron la chamba lo entienden como que “no hay que hacer nada que no sea por estrictas instrucciones del góber”. Así pues, está prohibida la creatividad. “No te me andes poniendo creativo”, podría ser un regaño áspero del jefe en ese contexto. Así pues, escuchar y obedecer. Y si el góber no dice nada, pues eso significa que lo políticamente correcto es no hacer nada. Digo, si quieres permanecer en el puesto.

¿No tendrían derecho a sentirse un poco incómodos los que fueron elegidos porque cumplieron con el “bajo perfil”? Deben tener sentimientos encontrados. Con chamba, pero por vez primera de manera explícita porque tienen bajo perfil. Como si se lo merecieran, pues.

¿Qué pasa si un funcionario trabaja de tal manera que demuestra que tiene un “alto perfil” y que por tanto entró engañosamente, pues no cumplía con el requisito de ingreso?

De hecho, yo diría que hay unos cuantos que de ningún modo cumplen el “bajo perfil”, pero no digo sus nombres porque luego se ponen vanidosos. Pero ellos deben sospecharlo. Cuando están a solas con su almohada deben pensar “yo soy de alto perfil, ojalá y no se me note. Los he engañado bien hasta hoy.”

Ahora, si por bajo perfil quiso decir el gobernador que les prohibía que anduvieran de declarativos con la prensa, pues eso de plano está bien, especialmente porque si de hecho son de bajo perfil en el otro sentido, pues las cosas que dirán no serán muy apropiadas ni inteligentes, y entonces ni para qué andar hablando. Mejor quedarse callados.

Y luego sucede que hay asesores por todos lados, cuando supuestamente no habría, según declaración expresa. ¿Y para qué puede servir un asesor de bajo perfil?