martes, abril 08, 2008

Otra vez AMLO y el papel de la izquierda en México

Nuevamente el país se ve sometido a las amenazas de paralización de centros estratégicos por parte de un iluminado que cuenta con la capacidad suficiente para aglutinar a su lado a cientos de miles de compatriotas. Alguna vez habrá que profundizar sobre este fenómeno de caudillismo mediante el cual personas habitualmente capaces de pensar con claridad se vuelven seguidores de un individuo proclive al martirologio y que habla en nombre de una entelequia denominada el pueblo. Hay incluso un grupo de intelectuales a quienes admiro que son seguidores de los designios de Andrés Manuel. Menos mal que ya rectificaron y hoy impulsan un debate público para discutir las vías sobre las cuales debe transitar la reforma energética. Eso se contrapone totalmente con la postura de su líder, quien ha señalado que no hay debate posible: o se elimina cualquier posibilidad de reforma o se paraliza el país.

Sobre la muy lamentable visión de que es la izquierda la que se niega a debatir y la que sigue acríticamente al redentor tabasqueño, el siguiente artículo de Marco Rascón en La Jornada de hoy ofrece una persectiva distinta:

Pemex y la existencia de la izquierda

Si el PRI representa el pasado de corrupción, contratismo e ineficiencia de Pemex, el PAN es el presente que repite, y el lopezobradorismo simboliza el futuro de lo mismo que ha sido el manejo del petróleo.

Dos visiones priístas, una del pasado y otra reivindicando el viejo centralismo, la corrupción (¡Que se entienda bien y claro!, dijo el domingo AMLO: “el petróleo, a pesar de la corrupción, a pesar del mal manejo, ha sido un factor de estabilidad política en el país...” ¡sic!) frente a una visión privatizadora panista.

Hoy, cuando a la izquierda mexicana se le han querido imponer como pensamiento propio retazos del anticomunismo laico del viejo priísmo; cuando se ha confundido la defensa del viejo régimen y su patrimonio como parte del pensamiento progresista; cuando se ha querido confundir la lucha por la soberanía como esencia de una corrupción repartidora que otorga “paz social” con su abundancia ; cuando se justifican acciones fraudulentas para luchar “contra la derecha” y se pretende combatir la corrupción con más corrupción, se cubre todo con llamados aparentes de luchar “hasta las últimas consecuencias” por el petróleo, que dividen, debilitan más y aportan a favor de la visión privatizadora.

No hay que olvidar que de la actual estructura de Pemex fue posible el Pemexgate, que financió la campaña del PRI en 2000 y cuyo desfalco quedó impune. No hay que olvidar que este fraude contra Pemex no fue un hecho extraordinario, sino habitual, con la complicidad del sindicato petrolero y la estructura política gobernante, al depender el manejo de la paraestatal, directamente del presidente de la República, como lo defiende hoy el lopezobradorismo.

Viejo priísmo y lopezobradorismo son lo mismo; no son la izquierda, pero, ¿para quién trabaja?

Al igual que hizo siendo gobierno en el Distrito Federal: para privilegiar el transporte privado antes que el público; favorecer el contratismo por designación directa; dar limosnas millonarias a la jerarquía eclesiástica para arreglar la catedral y donarle propiedades a la basílica; eludir la legislación de las sociedades de convivencia, las políticas a favor del aborto, y ahora la ley fascista contra el derecho de los fumadores; reivindicar el viejo sistema de partido de Estado, mediante eldedazo de una “democracia” dirigida; demostrar que la lucha del PRD por la democracia, del partido creado tras el movimiento de 1988, que el lopezobradorismo desprecia y que entregó hoy a los enemigos de su fundación; enfrentar la fuerza legislativa surgida de las urnas para hacer reformas, cambiarlas u reorientarlas, lanzando contra ellos fuerzas creadas en la plaza para cercar “aeropuertos, carreteras y recintos legislativos”, poniendo por delante mujeres y nombres de intelectuales soberbios y confundidos, para eludir la presencia de los dirigentes que llaman a luchar “hasta las últimas consecuencias”.

¿Se cerrarán carreteras en Nuevo León, Zacatecas o Tabasco?

La estrategia de la “resistencia civil” lopezobradorista es exactamente la misma utilizada en el plantón de Reforma-Zócalo, que AMLO justificó como un acto para “evitar la violencia” haciendo que el descontento por el resultado del 2 de julio se fuera por el drenaje de la avenida y la plaza. ¿Se cerrarán en el Distrito Federal? ¿Y que hará Marcelo Ebrard con su policía? ¿Qué preferirá: enfrentar la furia ciudadana o la orden de López Obrador? ¿Dante Delgado y Convergencia cerrarán carreteras? ¿Destinarán un peso de sus prerrogativas a ello? Dado el balance actual, el PRD ha quedado hecho añicos ante la opinión pública; sin embargo, ahora el objetivo es desprestigiar la defensa del petróleo como una lucha válida, legítima y verdadera. Nunca la derecha ha tenido un mejor agente.

Fuera de esta visión destructiva que enfrenta y confunde, que sustituye objetivos con medios radicales en apariencia, pero altamente ineficientes, incapaces de unificar, y que ha hecho de restar y dividir su principal estrategia, la izquierda en México sí existe y trabaja en la cultura, la comunicación, la tecnología, la educación, los movimientos emergentes, las causas pequeñas pero esenciales, la democratización de municipios, la búsqueda de alternativas a los problemas, las luchas contra las intolerancias y los autoritarismos. Está en el arte, la apertura de espacios de opinión, las luchas contra la censura y el abuso sexual, la pederastia y la pornografía infantil. La izquierda puede reconstruirse en un referente unificando, no polarizando, creando alternativas, no suponiendo ni haciendo prácticas maniqueas, donde viene y se refugia la corrupción y la antidemocracia, disfrazada de causa revolucionaria.

La izquierda sí existe en todos los aspectos de la vida nacional, pero tiene la tarea histórica de abandonar la ideología del resentimiento como fundamento de la ideología revolucionaria y abandonar el priísmo centralista y atrasado como su ideología propia.

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