SIN SALIDA
Pero las siguientes cuestiones son las que marcan mis divergencias con AMLO:
Considero que el único responsable de la derrota es él porque:
- quien se asumió como presidente antes de las elecciones fue él;
- quien no confió en la estructura del PRD para vigilar las elecciones fue él;
- quien permitió que militantes de años fueran sustituidos por las redes ciudadanas fue él;
- quien invitó a priistas de la peor calaña (Guadarrama, Sabines, etc.) fue él;
- quien agandalló al partido y no permitió elecciones internas para elegir candidatos fue él;
- quien marginó a Cuauhtémoc Cárdenas fue él;
- quien decidió la estrategia de campaña fue él;
- quien decidió no presentarse al primer debate fue él;
- quien determinó no responder a la guerra sucia del PAN con oportunidad fue él;
- quien determinó no impugnar a tiempo ante el TEPJF (porque estaba seguro del triunfo) las ilegales intervenciones de Fox y del CCE fue él;
- quien insultó y provocó a los banqueros fue él;
Y por favor no se piense que estoy defendiendo ni a Fox, ni a los empresarios, ni a los banqueros, ni mucho menos a FeCal: creo que representan lo peor de la sociedad mexicana. Lo que digo es que la soberbia y el iluminismo de AMLO lo condujeron a la derrota. Que por estrategia política no debió abrir tantos frentes en la campaña y unir a tantos y tan poderosos enemigos en su contra. (Lo que seguía aquí se borró por andar experimentando con el nuevo Internet Explorer 7 y ya me da flojera seguir tratando de reconstruir a estas horas; luego continuaré).
(continúa)
El asunto es que, según todos los indicios, la coalición Por el Bien de Todos perdió el 2 de julio. Y titulé a este post Sin Salida porque precisamente no alcanzo a vislumbrar cuál puede ser una posible salida negociada a este conflicto. La ruptura de AMLO con la institucionalidad (véanse sus discursos de los últimos domingos, desde el 30 de julio cuando determina establecer el plantón y el bloqueo vial hasta el de ayer, en los que descalifica al TEPJF aun antes de conocer su determinación, lo que seguramente se deriva del hecho de que sabe que sus impugnaciones no son suficientes para revertir el resultado original) y el hecho de que su movimiento haya pasado de la vía jurídica a la lucha social, ha polarizado aún más la situación en el país. Y en el lado de enfrente las cosas van igual o peor: por una parte, nuestro mayor comediante, el presichente Fox (quien se sospecha -Jairo Calixto dixit [creo]- que será contratado por los Mascabrothers a partir de diciembre para no desperdiciar tanto talento) continúa con sus provocaciones (¡no jueguen con fuego!) y asumiéndose como el líder de los pacíficos; Felipín preparando su gabinete y reuniéndose con los grupos que votaron por él, con los que se siente cómodo, manteniendo un bajo perfil (que es el que de acuerdo a su personalidad y su trayectoria le corresponde); Espino regándola como de costumbre y siendo pillado en varios asuntos con los dedos en la puerta. Lo notorio es que finalmente los grandes consorcios de comunicación salieron del closet y asumieron la postura que siempre mantuvieron en el fondo de sus corazoncitos: la descalificación de AMLO y de los plantones, la defensa a ultranza del IFE y de ¡un millón de ángeles que cuidaron de las elecciones! Y si a ello contribuyen los bloqueos viales que causan irritación y molestias a cientos de miles de ciudadanos, tenemos la explicación del festín anti Peje que se ha vivido en las últimas semanas en las grandes televisoras (con las excepciones de siempre).
¿Cómo veo la situación? Muy enredada. Del lado de la coalición, AMLO y su fundamentalismo, y muchísima gente muy enojada, sintiendo que, una vez más, fueron víctimas de un fraude. Se trata, esencialmente, de personas que tras 25 años de neoliberalismo, globalización y TLC no tienen un presente decoroso ni un futuro digno. Y que pensaban que AMLO significaba su última oportunidad. Además, de este lado están también los acelerados de siempre; aquellos que plantean que ha regresado la hora de las armas, de dar hasta la vida por nuestro líder. El peligro es que en un momento lleguen a rebasar al propio líder y caigan en actos de provocación. Por el otro, una derecha ensoberbecida, segura de que su pelele tomará posesión el 1 de diciembre, y que confía en la fuerza de las armas y de su gran aparato de propaganda para justificar la represión de los nacos y los pelados, que no saben respetar a las instituciones. En ese marco se inscribe, creo yo, el experimento de la semana pasada en el Congreso, en que las fuerzas de la coalición pusieron a prueba a la PFP y al Estado Mayor Presidencial, como para irle tanteando el agua a los camotes. Lo que no veo, al menos hasta ahora, es que nadie esté negociando una salida política. Eso es lo preocupante.
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