miércoles, agosto 02, 2006

Empieza el deslinde: carta a AMLO

Si en el artículo de D. Dresser que aparece abajo ella se lamentaba de no estar más al lado de personas admirables como Monsiváis, Poniatowska, Scherer, entre otros, lo insensato de los bloqueos viales en la ciudad que votó mayoritariamente por la opción perredista ha empezado a generar el rechazo de intelectuales como Monsiváis y Rolando Cordera, quienes en carta a La Jornada (Agosto 1, 2006) expresan su oposición a tal medida. Otros, como Marco Rascón, siguen fundamentando su rechazo a considerar a AMLO y al PRD como los abanderados de la izquierda y en un artículo que me parece muy lúcido señala los errores estratégicos que está cometiendo el fundamentalista tabasqueño. (ibid). Por otra parte, Julio Hernández López da muestras de un radicalismo infantil (comparable al de AMLO) al decir en su artículo del mismo martes cosas como que el plantón es un avance hacia escalones más altos de la lucha social (¡¡¡ ojalá no lleguemos a subir esos escalones!!!). A continuación transcribo estas notas:

Carta a AMLO

Estimado Andrés Manuel López Obrador: El plantón emprendido por la coalición Por el Bien de Todos, declarado por usted, es una protesta justa, pero no puede ni debe convertirse en un agravio para la ciudad de México al transformarse en un bloqueo de vialidades públicas y afectar a tantos. El bloqueo, no el plantón, es un hecho de insensibilidad profunda que lastima una causa que es de muchísimos. ¿Cómo se puede presionar a los poderosos con algo que en primera y última instancia perjudica a las clases populares? ¿Cuál es la lógica de estos campamentos sobre el arroyo vehicular que provocan tanta indignación?
Como dice muy bien el editorial de La Jornada, "esta forma de lucha sería inobjetable y legítima si la presencia de los manifestantes se limitara a aceras, camellones y áreas no vehiculares, y no impidieran el libre tránsito a los ciudadanos. Pero la colocación de los campamentos en las vialidades constituye, además de un error político que dará munición a los críticos del movimiento y les enajenará voluntades y simpatías ciudadanas, un atropello a los derechos de terceros que deben ser tutelados y garantizados por el gobierno capitalino".
Si no quieren desvirtuarse, las causas legítimas y legales no deben imponerse sobre una ciudad y sus habitantes, y es injusto lastimar primero a los capitalinos, y sus autoridades, y dejar para más tarde la confrontación con los responsables de ese magno fraude que se inició con el desafuero. No le hallamos sentido a esta agresión deliberada a los derechos de trabajadores, automovilistas, pasajeros y choferes de autobuses y taxis. No vemos de qué modo se avanza en la justicia electoral si en el camino se ofende sin razón a una sociedad. No se puede reducir un movimiento nacional a un problema grave de vialidad. No se puede dejar en segundo plano la marcha más grande de la historia de la ciudad de México.
Insistimos: el plantón no es la afrenta, sino el estrangulamiento de calles y avenidas.
Atentamente:

Rolando Cordera, Carlos Monsiváis, Adolfo Sánchez Rebolledo y Jenaro Villamil

Marco Rascón: El discurso de lo cuantitativo
En doctrina de contrainsurgencia se dice "subirle de calor al horno", es decir, extrapolar las tendencias y llevar una situación a que haga implosión por ella misma con base en sus errores. Situación semejante fue la que constituyó una provocación al movimiento estudiantil de 1968, cuando en el mitin del 28 de agosto Amado Sócrates Campos Lemus pidió en un albazo y golpe de micrófono que se "quedaran en campamento en el Zócalo", justificando la represión del ejército y los actos gubernamentales de "desagravio al asta bandera" organizados por el regente Alfonso Corona del Rosal. Ahí mismo, desde el mitin, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) reaccionó a la provocación de Campos Lemus y llamó a regresar a las escuelas. Campos Lemus era agente gubernamental y pretendió subirle el horno al movimiento.
Felipe Calderón y el panismo han de estar felices con este llamado a instalar 37 campamentos, que ya desde la llamada tercera asamblea fueron la estructura que se impuso desde Chapultepec hasta el Zócalo y con bloqueos hechos con camiones, contingentes y pantallas gigantes, distribuidas y rigurosamente controladas a lo largo del recorrido Chapultepec-Zócalo.
Por tercera ocasión poselectoral, Andrés Manuel López Obrador ha sido víctima de su propio discurso "contra los que se rajaron en 1988". Su aumento gradual de "resistencia civil" podría coincidir con el "subirle calor al horno" si comete el error de no acompañar la medida con una salida política, más allá de la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), el cual es previsible en 99.9 por ciento que ratificará el resultado reportado por el IFE. ¿A qué llamará López Obrador una vez que el TEPJF declare a Felipe Calderón "presidente electo"?
La medida tomada carece de una visión estratégica del momento poselectoral, hablando en términos políticos y programáticos, que haga valer la fuerza expresada en las urnas y en las calles para impedir las reformas neoliberales de tercera generación, como es la privatización de la energía e impedir una reforma fiscal de corte oligárquico, así como reformas educativas, económicas y sociales conservadoras. El discurso de anteayer no hace valer la fuerza en las urnas y no convence a otros sectores para sentar a Calderón y a todas las fuerzas políticas a debatir y procesar un nuevo proyecto constitucional y las reglas políticas para el futuro. Así, se repetirá el error de los diputados al inicio de la actual legislatura, cuando se dejó al PRI y al PAN elegir solos y a su conveniencia a los consejeros "ciudadanos" del actual IFE.
Víctima de su "radicalidad", López Obrador propuso una medida que es subir para abajo, bajo el discurso de lo cuantitativo, sin menaje para el país, luego de haberse considerado presidente de México y diciendo centralmente que "somos el doble de la otra manifestación".
Con esta subida de calor al horno se aísla y deja afuera su fuerza política del momento, donde podrían estarse definiendo las reglas y condiciones de México hacia el futuro. Es el mismo error que cometió en 1999 el Consejo General de Huelga al tomar el Periférico.
El discurso de lo cuantitativo lleva la movilización del Zócalo a un callejón sin salida: el TEPJF se tomará su tiempo, pero mientras habrá una demostración de debilidad y de confrontación con la ciudadanía por razones de cotidianidad. Luego de la resolución del TEPJF sobrevendrá una gran frustración.
Si la derecha está en el PAN, la contrainsurgencia priísta anidó en el PRD con una carga adicional: la factura se la pasarán a la izquierda, que hoy navega a la deriva en el mar de las decisiones lopezobradoristas, mientras guarda un silencio ominoso tras lo dicho por el periódico francés Le Monde de que "Marcelo Ebrard es el nuevo representante de la izquierda mexicana", cuyo discurso el domingo pasado en el Zócalo se concretó a pasar lista a diputados, senadores, jefes delegacionales y asambleístas "electos" a manera de legitimar y separar del escenario del fraude a la estructura conformada por los grupos y corrientes que hoy, al igual que él, viven no una derrota, sino sus victorias personales.
Jesús Reyes Heroles, jefe de la contrainsurgencia, decía: "lo que resiste apoya", y luego de que para el sector más derechista del país Vicente Fox fue un débil que se dobló frente a López Obrador en el tema del desafuero, hoy Felipe Calderón se fortalece como el líder que esperaban los conservadores.
La tarea para la contrainsurgencia no es solamente hacer uso de la represión, sino conducir a la frustración, la debacle, el descrédito. La falta de memoria, el desprecio de la historia y las experiencias, la negación a defender no sólo el voto para presidente, sino las razones y motivos para votar por una opción que debería ser considerada programáticamente diferente, hacen que esta movilización, en vez de demostrar fuerza, exprese debilidad y aislamiento político.
Una sugerencia a los animadores: no atacar mucho a Ugalde, a Elba Esther o a López Dóriga, pues en seis años podrían ser candidatos del PRD al Senado o a una diputación u ocupar la posición que hoy ostentan Núñez o Monreal.

Julio Hernández López: Astillero (1 de agosto)
Difícil, rasposa y controversial , la toma del asfalto más preciado del país es una confirmación de que el movimiento de defensa del voto ciudadano no está dispuesto a venderse o a entrar en negociaciones turbias de las que el líder actual salga convertido en héroe cívico a conveniencia de los intereses que decía combatir. Hay una definición (un deslinde, un despunte) que va más allá de lo electoral y lo partidista, y por ello es que en principio esa determinación de dar pasos firmes hacia delante crea conflicto y confusión en quienes pudieran haber creído que ganar el poder para un proyecto distinto (con todo y sus múltiples y densas contradicciones y errores) sería un simple picnic electoral a cuyo final los poderes confabulados aceptarían por las buenas su derrota y transferirían, con estilo suizo, el gobierno al contrincante estigmatizado.
Siendo un reto a lo establecido y, en el fondo, un avance hacia escalones más altos de la lucha social, el movimiento tendido desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos generará una reacción más encendida y peligrosa de esos intereses dominantes que se sienten íntimamente agraviados por el plantón popular (...)

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