La economía mexicana en 2005 y 2006
En este viernes decembrino le cedo la palabra a José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, en su columna publicada hoy en El Universal:
Balance económico 2005
Las variables financieras de la macroeconomía mexicana presentaron comportamientos halagüeños en 2005. El Banco de México cumplió su meta inflacionaria (establecida en un rango de 3% a 4% anual) e incluso logró su ansiado propósito de situar la inflación mexicana al nivel de la estadounidense (alrededor de 3.2% y 3.4%, respectivamente).
Además, la Secretaría de Hacienda cumplió sus metas fiscales, cerrando el año con un balance fiscal tradicional prácticamente equilibrado (-0.2% del PIB); y el peso mexicano se mantuvo fuerte frente al dólar estadounidense: la tasa de cambio se redujo de 11.49 pesos por dólar en septiembre de 2004, hasta 10.67 pesos por dólar en noviembre de 2005, lo que significó una importante revaluación (7.1%) de nuestra moneda.
Paralelamente, las reservas internacionales del Banco de México pasaron de 61 mil 252.1 millones de dólares al inicio de año, a 65 mil 474.5 millones de dólares el 25 de noviembre; la tasa de interés del principal título de deuda pública (Cetes a 28 días), que se había incrementado desde 4.95% en enero de 2004, hasta 9.75% en mayo de 2005, se redujo a 8.71% en noviembre, y el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores registró una ganancia agregada de 30.6%, al brincar de 12 mil 504 puntos en diciembre de 2004, a 16 mil 332 puntos en noviembre de 2005.
Si el objetivo exclusivo o primordial de una buena gestión económica fuera la estabilidad de las variables financieras, la calificación del gobierno foxista durante 2005 podría ser satisfactoria.
Pero si el objetivo primordial de una buena gestión económica es el crecimiento del producto nacional y del empleo, así como la elevación del bienestar de la población, los saldos del gobierno de Fox durante 2005 no son buenos, como no lo son, en general, durante los primeros cinco años de su gobierno.
El Producto Interno Bruto disminuyó 0.03% en 2001; y apenas se incrementó 0.77% en 2002 y 1.44% en 2003. En 2004 presentó su mejor comportamiento, al crecer 4.36%. Pero el crecimiento cayó nuevamente en 2005: las estimaciones más realistas lo sitúan alrededor de 2.8%, muy abajo del prometido crecimiento económico de 7% anual.
Como resultado agregado, la tasa media de crecimiento del PIB durante el quinquenio de "gobierno del cambio" será de 1.86% anual, de manera que el PIB per cápita habrá crecido a una tasa media de apenas 0.71% anual. En el mismo lapso, la inversión fija bruta en maquinaria, equipo y construcciones habrá crecido a una tasa media de 1.41% anual, con un crecimiento per cápita de apenas 0.26% anual, lo cual explica la raquítica generación de empleos. (Recuérdese que para absorber a sus nuevas generaciones de jóvenes que alcanzan la edad de trabajar, reteniéndolos en el país, la economía mexicana debe crecer a una tasa de 6% anual).
Por eso, la promesa de generar 1.3 millones de empleos por año contrasta con la creación de apenas 308 mil 215 empleos formales (registrados en el IMSS) durante cinco años (octubre de 2005/octubre de 2000); con la particularidad de que se trata de empleos eventuales (más aún, durante el quinquenio se perdieron 31 mil 261 empleos permanentes, aumentando en cambio 339 mil 479 el número de trabajadores eventuales). Incluyendo al sector informal de la economía, la tasa general de desocupación abierta (es decir, de mexicanos que no trabajan ni siquiera limpiando parabrisas o ayudando a la familia sin retribución), pasó de 2.6% en octubre de 2000, a 3.6% en el mismo mes de 2005.
Desde luego, la tasa de desempleo abierto habría sido considerablemente mayor de no haber existido la válvula de escape de la emigración a Estados Unidos. Durante los años 2001-2004 de acuerdo con cifras del Pew Research Center Project, un millón 643 mil mexicanos (en su mayoría trabajadores varones) emigraron a Estados Unidos, o sea 410 mil 750 por año (J. S. Passel y R. Suro, Rise, Peak and Decline: Trends in U.S. Immigration 1992-2004, Pew Hispanic Center, Washington, D.C., 2005); y se estima que al cierre de 2005 otros 450 mil mexicanos habrán emigrado a Estados Unidos. Summa summarum: más de 2 millones de trabajadores mexicanos han sido exportados durante el "gobierno del cambio". A precios constantes, las remesas enviadas por los migrantes crecieron a una tasa media de 23.2% anual durante el periodo 2001-2004; en cifras absolutas pasaron de 6 mil 572.6 millones de dólares corrientes en 2000, a 16 mil 212.7 millones en 2004, y se estima que alcanzarán los 20 mil millones de dólares en 2005.
Podría decirse que se trata de un logro de la administración del presidente Fox: si bien no cumplió su promesa de crecimiento económico a una tasa de 7% anual, sí cumplió más allá de sus propias expectativas con su propósito de "exportar jardineros" a Estados Unidos. Son dos caras de la misma moneda.
Para 2006, las perspectivas no son bonancibles. La Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, levantada por el Banco de México en octubre de 2005, indica que sólo 24% de los consultores económicos considera que "el clima de negocios para las actividades productivas del sector privado mejorará en los próximos seis meses", mientras que en marzo de 2004 la expectativa de mejoría del clima de negocios era compartida por 94% de los especialistas económicos del sector privado. En consecuencia, en octubre de 2005 sólo 13% de estos especialistas económicos consideró que "el momento actual es bueno para efectuar inversiones", contra 67% en febrero de 2004. La incertidumbre prevalece: 58% "no está seguro" de si es buen o mal momento para invertir, mientras que en julio de 2004 sólo 29% mostraba incertidumbre sobre la conveniencia de invertir. Peor aún: en octubre de 2005, 29% afirma que la coyuntura "es mala para invertir", mientras que en julio de 2004 sólo 6% consideraba el momento como "malo para invertir".
Hay razones para las expectativas decrecientes. En primer lugar, hay que recordar que el periodo de mayor crecimiento económico bajo el gobierno de Fox estuvo determinado por una política monetaria que alentada por la política de bajas tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense, fue permisiva al descenso de las tasas de interés en México: la tasa de interés interbancaria de equilibrio (TIIE) se mantuvo debajo de los seis puntos porcentuales desde mayo de 2003 hasta febrero de 2004, con excepción de diciembre de 2004, cuando la TIIE subió a 6.4%; y durante los cuatro meses subsecuentes, la TIIE se mantuvo debajo de los siete puntos porcentuales. (La postura permisiva de las autoridades del banco central consistió en mantener sin cambio el "corto monetario" desde marzo de 2003 hasta febrero de 2004; es decir, en no emprender acciones de política monetaria para inducir movimientos al alza en las tasas de interés). Y puesto que las acciones de política monetaria actúan con importante rezago sobre la actividad económica, la baratura del dinero terminó por estimular el crecimiento económico desde el último trimestre de 2003 hasta el último de 2004.
Pero durante ese año la economía real comenzó a resentir los efectos de nueve apretones monetarios: después de haber endurecido en seis ocasiones su postura monetaria durante el segundo semestre de 2004 elevando el "corto" de 37 millones de pesos diarios en abril-junio, hasta 69 millones diarios en diciembre, el Banco de México realizó tres nuevos apretones monetarios en el primer trimestre de 2005, elevando el "corto" hasta 79 millones de pesos a partir de marzo de 2005. En consecuencia, la tasa de interés interbancaria de equilibrio se elevó de siete puntos porcentuales en junio de 2004 hasta 8.9 puntos en diciembre, para alcanzar los dos dígitos (10.04%, en promedio) desde abril hasta julio de 2005. Los efectos de esta restricción monetaria se hicieron sentir en 2005, desestimulando el crecimiento económico. Además, puesto que los golpes de timón en la política monetaria tardan hasta 18 meses en transmitir la totalidad de sus efectos sobre la economía real, los apretones monetarios traerán consigo efectos que se extenderán hasta 2006.
En segundo lugar, hay que recordar que durante 2004 se realizó una significativa expansión de la inversión pública y del gasto primario agregado del sector público federal. No fue producto de una deliberada política contracíclica de las autoridades hacendarias, sino un efecto de los sobreprecios que alcanzó el petróleo en los mercados internacionales; además, se generaron otros ingresos adicionales por encima de lo programado. Estos recursos extras (que sumaron 166 mil 164.3 millones de pesos) fueron destinados principalmente a la inversión en infraestructura y en el sector energético, así como al gasto social y agropecuario. En consecuencia, el gasto primario del sector público presupuestario se incrementó 4.2% y la inversión física presupuestaria creció 16.2%, estimulando el crecimiento.
Pero durante ese año, aunque los ingresos petroleros del sector público se incrementaron de 8.3% del PIB en 2004 a 8.7% del PIB en 2005, se observó una caída de los ingresos no petroleros de 14.9% del PIB en 2004, a 14.4% del PIB en 2005. Ahora bien, dada la política de rígidas metas de balance fiscal, la reducción de ingresos se trasladó hacia la baja del gasto programable, incidiendo negativamente sobre el crecimiento económico.
Para 2006, el paquete aprobado por el Congreso de la Unión contempla una reducción del gasto presupuestario de 23.2% del PIB en 2005 a 22.4% del PIB en 2006, afectando sobre todo el gasto programable, que se reduce 0.8% del PIB. Así, la política fiscal incidirá negativamente sobre el crecimiento económico.
Finalmente, el sector exportador de nuestra economía se ha visto frenado por la pérdida de competitividad frente a otras economías, como China (nuestra parte en el pastel de las importaciones estadounidenses se redujo de 11.6% en 2002, a 10.7% en 2004; en contraste, las importaciones estadounidenses procedentes de China pasaron de 10.8% del total en 2002 a 13.4% en 2004). Esta pérdida de competitividad tiene, desde luego, múltiples determinantes, pero el más importante es la sobrevaluación de nuestra moneda (que se acentuó en 2005, por la indicada reevaluación).
De allí la aparente paradoja: las variables financieras de la macroeconomía van bien, pero las variables reales de la macroeconomía no van bien. Las altas tasas de interés sumadas a la restricción fiscal han permitido abatir la inflación, pero han afectado el crecimiento económico por partida doble: inhibiendo la demanda interna agregada y afectando la competitividad de nuestra planta productiva, al propiciar la sobrevaluación de nuestra moneda.
El mediocre desempeño de la economía mexicana observado en 2005 se mantendrá durante 2006, ante la ausencia de políticas económicas contracíclicas que promuevan el crecimiento sostenido del producto nacional y del empleo.
José Luis Calva. Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. El Universal. 2 de diciembre de 2005.
Balance económico 2005
Las variables financieras de la macroeconomía mexicana presentaron comportamientos halagüeños en 2005. El Banco de México cumplió su meta inflacionaria (establecida en un rango de 3% a 4% anual) e incluso logró su ansiado propósito de situar la inflación mexicana al nivel de la estadounidense (alrededor de 3.2% y 3.4%, respectivamente).
Además, la Secretaría de Hacienda cumplió sus metas fiscales, cerrando el año con un balance fiscal tradicional prácticamente equilibrado (-0.2% del PIB); y el peso mexicano se mantuvo fuerte frente al dólar estadounidense: la tasa de cambio se redujo de 11.49 pesos por dólar en septiembre de 2004, hasta 10.67 pesos por dólar en noviembre de 2005, lo que significó una importante revaluación (7.1%) de nuestra moneda.
Paralelamente, las reservas internacionales del Banco de México pasaron de 61 mil 252.1 millones de dólares al inicio de año, a 65 mil 474.5 millones de dólares el 25 de noviembre; la tasa de interés del principal título de deuda pública (Cetes a 28 días), que se había incrementado desde 4.95% en enero de 2004, hasta 9.75% en mayo de 2005, se redujo a 8.71% en noviembre, y el Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores registró una ganancia agregada de 30.6%, al brincar de 12 mil 504 puntos en diciembre de 2004, a 16 mil 332 puntos en noviembre de 2005.
Si el objetivo exclusivo o primordial de una buena gestión económica fuera la estabilidad de las variables financieras, la calificación del gobierno foxista durante 2005 podría ser satisfactoria.
Pero si el objetivo primordial de una buena gestión económica es el crecimiento del producto nacional y del empleo, así como la elevación del bienestar de la población, los saldos del gobierno de Fox durante 2005 no son buenos, como no lo son, en general, durante los primeros cinco años de su gobierno.
El Producto Interno Bruto disminuyó 0.03% en 2001; y apenas se incrementó 0.77% en 2002 y 1.44% en 2003. En 2004 presentó su mejor comportamiento, al crecer 4.36%. Pero el crecimiento cayó nuevamente en 2005: las estimaciones más realistas lo sitúan alrededor de 2.8%, muy abajo del prometido crecimiento económico de 7% anual.
Como resultado agregado, la tasa media de crecimiento del PIB durante el quinquenio de "gobierno del cambio" será de 1.86% anual, de manera que el PIB per cápita habrá crecido a una tasa media de apenas 0.71% anual. En el mismo lapso, la inversión fija bruta en maquinaria, equipo y construcciones habrá crecido a una tasa media de 1.41% anual, con un crecimiento per cápita de apenas 0.26% anual, lo cual explica la raquítica generación de empleos. (Recuérdese que para absorber a sus nuevas generaciones de jóvenes que alcanzan la edad de trabajar, reteniéndolos en el país, la economía mexicana debe crecer a una tasa de 6% anual).
Por eso, la promesa de generar 1.3 millones de empleos por año contrasta con la creación de apenas 308 mil 215 empleos formales (registrados en el IMSS) durante cinco años (octubre de 2005/octubre de 2000); con la particularidad de que se trata de empleos eventuales (más aún, durante el quinquenio se perdieron 31 mil 261 empleos permanentes, aumentando en cambio 339 mil 479 el número de trabajadores eventuales). Incluyendo al sector informal de la economía, la tasa general de desocupación abierta (es decir, de mexicanos que no trabajan ni siquiera limpiando parabrisas o ayudando a la familia sin retribución), pasó de 2.6% en octubre de 2000, a 3.6% en el mismo mes de 2005.
Desde luego, la tasa de desempleo abierto habría sido considerablemente mayor de no haber existido la válvula de escape de la emigración a Estados Unidos. Durante los años 2001-2004 de acuerdo con cifras del Pew Research Center Project, un millón 643 mil mexicanos (en su mayoría trabajadores varones) emigraron a Estados Unidos, o sea 410 mil 750 por año (J. S. Passel y R. Suro, Rise, Peak and Decline: Trends in U.S. Immigration 1992-2004, Pew Hispanic Center, Washington, D.C., 2005); y se estima que al cierre de 2005 otros 450 mil mexicanos habrán emigrado a Estados Unidos. Summa summarum: más de 2 millones de trabajadores mexicanos han sido exportados durante el "gobierno del cambio". A precios constantes, las remesas enviadas por los migrantes crecieron a una tasa media de 23.2% anual durante el periodo 2001-2004; en cifras absolutas pasaron de 6 mil 572.6 millones de dólares corrientes en 2000, a 16 mil 212.7 millones en 2004, y se estima que alcanzarán los 20 mil millones de dólares en 2005.
Podría decirse que se trata de un logro de la administración del presidente Fox: si bien no cumplió su promesa de crecimiento económico a una tasa de 7% anual, sí cumplió más allá de sus propias expectativas con su propósito de "exportar jardineros" a Estados Unidos. Son dos caras de la misma moneda.
Para 2006, las perspectivas no son bonancibles. La Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, levantada por el Banco de México en octubre de 2005, indica que sólo 24% de los consultores económicos considera que "el clima de negocios para las actividades productivas del sector privado mejorará en los próximos seis meses", mientras que en marzo de 2004 la expectativa de mejoría del clima de negocios era compartida por 94% de los especialistas económicos del sector privado. En consecuencia, en octubre de 2005 sólo 13% de estos especialistas económicos consideró que "el momento actual es bueno para efectuar inversiones", contra 67% en febrero de 2004. La incertidumbre prevalece: 58% "no está seguro" de si es buen o mal momento para invertir, mientras que en julio de 2004 sólo 29% mostraba incertidumbre sobre la conveniencia de invertir. Peor aún: en octubre de 2005, 29% afirma que la coyuntura "es mala para invertir", mientras que en julio de 2004 sólo 6% consideraba el momento como "malo para invertir".
Hay razones para las expectativas decrecientes. En primer lugar, hay que recordar que el periodo de mayor crecimiento económico bajo el gobierno de Fox estuvo determinado por una política monetaria que alentada por la política de bajas tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense, fue permisiva al descenso de las tasas de interés en México: la tasa de interés interbancaria de equilibrio (TIIE) se mantuvo debajo de los seis puntos porcentuales desde mayo de 2003 hasta febrero de 2004, con excepción de diciembre de 2004, cuando la TIIE subió a 6.4%; y durante los cuatro meses subsecuentes, la TIIE se mantuvo debajo de los siete puntos porcentuales. (La postura permisiva de las autoridades del banco central consistió en mantener sin cambio el "corto monetario" desde marzo de 2003 hasta febrero de 2004; es decir, en no emprender acciones de política monetaria para inducir movimientos al alza en las tasas de interés). Y puesto que las acciones de política monetaria actúan con importante rezago sobre la actividad económica, la baratura del dinero terminó por estimular el crecimiento económico desde el último trimestre de 2003 hasta el último de 2004.
Pero durante ese año la economía real comenzó a resentir los efectos de nueve apretones monetarios: después de haber endurecido en seis ocasiones su postura monetaria durante el segundo semestre de 2004 elevando el "corto" de 37 millones de pesos diarios en abril-junio, hasta 69 millones diarios en diciembre, el Banco de México realizó tres nuevos apretones monetarios en el primer trimestre de 2005, elevando el "corto" hasta 79 millones de pesos a partir de marzo de 2005. En consecuencia, la tasa de interés interbancaria de equilibrio se elevó de siete puntos porcentuales en junio de 2004 hasta 8.9 puntos en diciembre, para alcanzar los dos dígitos (10.04%, en promedio) desde abril hasta julio de 2005. Los efectos de esta restricción monetaria se hicieron sentir en 2005, desestimulando el crecimiento económico. Además, puesto que los golpes de timón en la política monetaria tardan hasta 18 meses en transmitir la totalidad de sus efectos sobre la economía real, los apretones monetarios traerán consigo efectos que se extenderán hasta 2006.
En segundo lugar, hay que recordar que durante 2004 se realizó una significativa expansión de la inversión pública y del gasto primario agregado del sector público federal. No fue producto de una deliberada política contracíclica de las autoridades hacendarias, sino un efecto de los sobreprecios que alcanzó el petróleo en los mercados internacionales; además, se generaron otros ingresos adicionales por encima de lo programado. Estos recursos extras (que sumaron 166 mil 164.3 millones de pesos) fueron destinados principalmente a la inversión en infraestructura y en el sector energético, así como al gasto social y agropecuario. En consecuencia, el gasto primario del sector público presupuestario se incrementó 4.2% y la inversión física presupuestaria creció 16.2%, estimulando el crecimiento.
Pero durante ese año, aunque los ingresos petroleros del sector público se incrementaron de 8.3% del PIB en 2004 a 8.7% del PIB en 2005, se observó una caída de los ingresos no petroleros de 14.9% del PIB en 2004, a 14.4% del PIB en 2005. Ahora bien, dada la política de rígidas metas de balance fiscal, la reducción de ingresos se trasladó hacia la baja del gasto programable, incidiendo negativamente sobre el crecimiento económico.
Para 2006, el paquete aprobado por el Congreso de la Unión contempla una reducción del gasto presupuestario de 23.2% del PIB en 2005 a 22.4% del PIB en 2006, afectando sobre todo el gasto programable, que se reduce 0.8% del PIB. Así, la política fiscal incidirá negativamente sobre el crecimiento económico.
Finalmente, el sector exportador de nuestra economía se ha visto frenado por la pérdida de competitividad frente a otras economías, como China (nuestra parte en el pastel de las importaciones estadounidenses se redujo de 11.6% en 2002, a 10.7% en 2004; en contraste, las importaciones estadounidenses procedentes de China pasaron de 10.8% del total en 2002 a 13.4% en 2004). Esta pérdida de competitividad tiene, desde luego, múltiples determinantes, pero el más importante es la sobrevaluación de nuestra moneda (que se acentuó en 2005, por la indicada reevaluación).
De allí la aparente paradoja: las variables financieras de la macroeconomía van bien, pero las variables reales de la macroeconomía no van bien. Las altas tasas de interés sumadas a la restricción fiscal han permitido abatir la inflación, pero han afectado el crecimiento económico por partida doble: inhibiendo la demanda interna agregada y afectando la competitividad de nuestra planta productiva, al propiciar la sobrevaluación de nuestra moneda.
El mediocre desempeño de la economía mexicana observado en 2005 se mantendrá durante 2006, ante la ausencia de políticas económicas contracíclicas que promuevan el crecimiento sostenido del producto nacional y del empleo.
José Luis Calva. Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. El Universal. 2 de diciembre de 2005.
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