jueves, noviembre 17, 2005

La política está de güeva

Si la semana pasada comenté que la política en México se había convertido en un espectáculo para y por los medios, hoy debo decir que ha llegado a niveles verdaderamente pedestres. Realmente no hay a quién irle: por una parte, el pleito de vecindad entre Madrazo y Elba Esther; por otra, el PAN, con cuyas ideas nunca he comulgado pero que era un partido respetable, coqueteándole a Elba Esther y a sus maestros en una muestra del más absoluto pragmatismo; en otra más, el PRD postulando como candidato a Senador por Sonora a Alfonso Durazo, quien ya brincó del PRI al PAN y ahora aterriza en el sol azteca.

Preguntaba un personaje de Conversación en la Catedral (una de mis novelas favoritas aunque no aparezca como tal en Mi Perfil): en qué momento se jodió el Perú, Zavalita? Y habría que preguntarnos en qué momento se jodió México, qué ocurrió para que llegáramos a estos niveles tan lamentables. ¿Será que tenemos la clase política que nos merecemos? Yo tengo una hipótesis al respecto. Todo se jodió cuando se determinó proporcionar millones y millones de pesos a los partidos políticos y a los órganos electorales. Con el pretexto de que la democracia cuesta cara, se aprobaron las "prerrogativas" y se abrió la llave del dinero a los partidos políticos. Estos, que en teoría deberían ser organizaciones de ciudadanos agrupados en torno a un ideario común y en busca del poder para implantar ese ideario, se convirtieron en botín de unos vivos y atrajeron a la política a seres de la peor ralea, con la idea de que es un medio para hacerse de poder, de privilegios y de prebendas que de otra forma les sería difícil conseguir.

Eso explica la aparición de los Bejaranos, los Ahumadas, los Montieles, los niños verdes, y toda la lista de etcéteras que quieran agregar. Por otra parte, el poder se vuelve una adicción y ahí está el caso de Fujimori para que veamos que esto no ocurre sólo en México: si el pinche chino ya estaba muy tranquilo arreglando su jardín, ¿qué carajos tiene que intentar regresar a Perú a seguir jodiendo? Eso mismo habría que preguntarle a Salinas, y a Sodi y a Durazo y a también una larga fila de etcetéras que hacen lo que sea con tal de seguir en el candelero. ¿De verdad es tan fuerte su vocación de servicio?

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